La loca.


“Mira qué lindo Carlos ahora que se prenden las calles como guirnaldas de luces. ¿En Cuba hacen árbol de Pascua? Entonces Carlos alzó la vista y pudo ver a la distancia la isla enjoyada de La Habana derritiéndose en un espeso lagrimón. ¿Te irías conmigo a Cuba?, la vos de Carlos pareció retumbar en su cabeza de cascabel. Y ella giró la cara y lo miró desgarrada por la pregunta. El silencio que esperaba la respuesta fue tan grande, que no necesitaron tocarse para sentir el minuto de la noche abrazándolos en esa ilusoria eternidad. Toda la vida te voy a agradecer esa pregunta. Es como si me estuvieras pidiendo la mano. Ella rió al decir esto, y enseguida agregó con demacrada seriedad: No juegues conmigo niño, mira que me lo puedo tomar muy enserio. Es muy serio, yo parto mañana y todavía puedo conseguirte un pasaje. Tu generosidad me conmueve amor, y quisiera ver el mundo con esa inocencia tuya que me estira los brazos.”

(Pedro Lemebel)

no te has dado cuenta (creo que jamás te darás cuenta)

no te has dado cuenta
(creo que jamás te darás cuenta)

sé que has preferido quedarte horas y horas mirando cualquier cosa
mirando a la gente mirándote los ojos

sé que has preferido quedarte sentada
mientras en el fondo te mueres porque alguien llegue
y te tome de pronto te haga el amor
te haga el olvido o no te haga nada
te mueres esperando y ahí está la esquina de siempre
el bar de siempre
porque como sea
te mueres y no te das cuenta
que algo tuyo se está perdiendo en la calle sin nombre

sé que has preferido no sumarte a las protestas
no llorar no cantar
porque mientras alguien silba y patea una piedra
tus manos buscan un cigarro o un boliche para comprar otro futuro

sé que has permanecido horas esperándolo
y como siempre
el no viene
y como siempre
te quedas sola cuando la noche se te viene encima

Todos ven lo que aparentas, pero pocos lo que realmente eres.


La nostalgia y el anhelo se han vuelto el lugar de todos,
mi lugar tu lugar, el lugar de él (de muchos).
Me doy algunas vueltas vacilante, con incertidumbre pensando en la palabra muerta, en el auto vacío, en la sonrisa rota, en la playa incesante de huellas que se borran una tras otra, incesante de mí, de ti; de ella, de todos.
Te toco el cuello, te roso con mi nariz, te huelo, te siento,
te puteo, me miras, te vas y yo como si nada te miro, como si no fueras nadie,
como si no pasaras por mi cuello también, como si no me hubieses enseñado a ceder...
Me arrepiento, me muerdo la lengua una y mil veces, me auto flagelo, y ahora te apareces como una visión, me tomas la mano, echamos a caminar. Nos reímos y prometemos nunca llegar allá, nunca salir de toda esta mierda, gracias una vez más por traerme aquí.